¡Salvar esta joya modernista! Panteón COROMINA

La expresión artística a través de su poder de evocación simbólica tiene un valor fundamental y constituye un documento histórico, un elemento testimonial: una manera de comunicación de la sociedad, de una época, de su cultura y de las costumbres de los pueblos. El arte, como objeto arquitectónico y artístico es un excelente modo de expresión para transmitir mensajes: mediante el arte se manifiestan sentimientos, emociones… Por lo general, una cultura que expulsa de la realidad a todo lo relacionado con la muerte le está dando la espalda a un espacio que atesora un enorme patrimonio histórico, arquitectónico y artístico: citamos que se trata de los cementerios históricos. Estos olvidados museos a cielo abierto han sufrido durante un largo tiempo el evidente rechazo social. 

Sin embargo, no siempre ha sido así, con la aparición del jardín cementerio, generalmente en el siglo XIX, obra del trabajo de notables arquitectos en colaboración con escultores, botánicos y habilidosos artesanos se extendió la construcción de cementerios con el diseño de jardines alrededor de las poblaciones. Los recintos funerarios se convirtieron en un pequeño reflejo de la ciudad de los vivos. La tumba individualizada y los mausoleos familiares comunicaba la identidad y la posición social incluso después de la muerte. La biografía de los difuntos quedaba inmortalizada en sus lápidas con epitafios personalizados. Además, todo adquiere un alto significado simbólico, puesto que los cementerios son lugares de la memoria

Las tumbas se volvieron cada vez más monumentales, enormes panteones y mausoleos como una forma de reflejar con estas representaciones artísticas fundamentalmente un carácter de diferenciación: perpetuar la posición social más allá de la muerte mediante la ostentación. Una manera de escapar al olvido ignorando en vida que nuestra existencia está estrechamente ligada a la desaparición y que, desde que nacemos, solo una cosa es segura: no sumamos años, restamos días de vida. 

En cuanto a los recintos funerarios, pese a no gozar de la simpatía popular, en todas las poblaciones existen cementerios. Los cementerios de las principales capitales europeas son concebidos como grandes parques urbanos aglutinando en un mismo lugar la vida y la muerte estableciendo así cierta relación con la memoria y con el olvido. En la actualidad, no resulta extraño encontrar rutas culturales con el fin de mostrar al público en general el importante patrimonio que atesoran muchas necrópolis monumentales. La mayoría de estas iniciativas y proyectos se organizan con un propósito principal: la divulgación.


PATRIMONIO EN PELIGRO

Los cementerios, por su condición de museos emplazados en un espacio abierto, contienen esculturas y construcciones expuestas a las inclemencias del clima y el paso del tiempo. Las estructuras que se encuentran en la intemperie son especialmente vulnerables. Si añadimos la falta de conservación el conjunto funerario termina por deteriorarse, en algunos casos irremediablemente, haciendo difícil o imposible una posible recuperación de los elementos dañados. Tempus fugit: el tiempo vuela, pasa rápido y no se detiene por el arte.  Para evitar, o minimizar en lo posible, los efectos negativos que arruinan el patrimonio funerario, es preciso elaborar iniciativas que aporten mayor trascendencia vital: proyectos que vayan más allá de la simple exhibición, extendiendo la actuación en un contexto que desarrolle el principal objetivo: proteger, restaurar y cuidar. Uno de los aspectos derivados del mismo objetivo correspondería a la implicación y colaboración entre las distintas instituciones responsables de la gestión de los recintos funerarios y los particulares, impulsando un plan para el cuidado y mantenimiento del patrimonio histórico: siempre actuando en el máximo cuidado y respeto. Así mismo, la creación de un convenio de colaboración para facilitar a los historiadores el acceso a los documentos y las obras en el ámbito de la investigación y la divulgación cultural

La conservación de los monumentos funerarios requiere un costoso y minucioso trabajo de restauración. La falta de una legislación emprendedora y específica en este sector patrimonial va en contra del arte funerario y hace inevitable la degradación y posterior desaparición de muchas de estas maravillosas obras. Con la instauración de una reglamentación valiente y las acciones necesarias se facilitaría la gestión pública y privada que, de forma gradual, contribuiría a preservar un importante legado cultural de la sociedad. Algunos propietarios por cuenta propia intentan salvar los desperfectos de los elementos estructurales y artísticos de muchas obras funerarias. Pese a la tenacidad de algunos propietarios sensibilizados en la esforzada tarea de conservación de los monumentos, en ocasiones, las actuaciones realizadas suelen ser parciales y en muchos casos, por su complejidad y coste, claramente insuficiente. Por lo general, lo están haciendo bien, pero por una normativa, poco o nada favorable, y en otras por la enorme aportación económica necesaria para la restauración y conservación de algunas de las obras, hace que los recursos y medios aportados no sean del todo suficientes para salvar los monumentos. 

El actual propietario del Panteón Coromina (1906-1907), una de las obras más significativas que se puede admirar en el recinto monumental del cementerio de Montjuïc de Barcelona, es un claro ejemplo de las dificultades que debe afrontar un particular entregado a la compleja tarea de preservar una de estas impresionantes obras de arte. La obra está firmada por el arquitecto Leandre Albareda, en colaboración con Rafael Atché (escultor), destaca un trabajo artístico de las vidrieras realizado por Rigalt, Granell & Cia

Esta joya modernista se encuentra en un espacio de terreno que afecta sensiblemente a la estructura. La construcción necesita una importante inversión económica para evitar que el impresionante ángel de Atché colapse y derrumbe el techo del panteón: este hecho sería fatal y causaría daños irreparables. Por otro lado, los vándalos se han encargado de destrozar o sustraer, elementos notables que en la actualidad se hace impensable que se pueda recuperar, este es el caso de la forja de las barandillas. En cuanto a las vidrieras, la última restauración corresponde a la empresa, Metaphora Vitralls. En consecuencia, estos voluntariosos particulares, con sus recursos y voluntad de conservación intentan evitar que se pierda un patrimonio artístico, histórico y cultural común de la ciudad de Barcelona

Rescatar, preservar y conservar el patrimonio histórico, artístico y cultura de nuestros cementerios es una tarea de las instituciones. La protección patrimonial debería de ser suficiente aliciente para impulsar sinergias de colaboración dirigidas a fomentar la creación de iniciativas de colaboración pública y privada, facilitando los recursos necesarios para llevar a cabo las actuaciones necesarias. Quizá la creación de un procedimiento que involucre a fundaciones, empresas, asociaciones y particulares apadrinando o patrocinando obras, panteones y esculturas, sería una solución para obtener recursos destinados a poner medios dedicados a sufragar los costes de la restauración y la conservación de la valiosa obra funeraria de nuestros cementerios históricos. 

Si no se hace algo por evitarlo, estas notables sepulturas se irán degradando poco a poco y, en el futuro, lamentaremos haber perdido una parte importante de nuestro patrimonio histórico artístico.

OBRA DE REFERENCIA: Panteón Coromina (1906-1907) Leandre Albareda (a), Rafael Atché (e) 

LOCALIZACIÓN: Panteón Coromina, Cementiri Montjuïc. Agr. 5ª, núm. 33 (Barcelona). 

FICHA: Originalmente, este panteón fue propiedad de Eduard Sevilla i Montoliu, capitán de la Marina Naval. Lluís Coromina i Martorell, industrial de productos carbónicos, adquiere la propiedad para enterrar a su consorte y traslada al panteón otros familiares difuntos enterrados en el mismo cementerio. El panteón dispone del documento de “derecho de misa”. En la mayoría de los panteones que tienen capilla se concedía este permiso y se rezaba misa, en especial el día de difuntos.